Aún se oye el
sonido de algunos pájaros. Incluso se ve algún que otro rayo de
sol. Todavía entra viento de verano por las hendijas de mi ventana.
¡Es tan tarde, oh mi Dios!
No puedo escuchar tu disco; ese de hardcore que dejaste en mi mesita de luz. No me gusta el
hardcore. Perdón. No sabía cómo decirte que yo escucho a Duke Ellington y John Coltrane cuando me levanto. Nunca me va a gustar
el hardcore, en serio. No insistas.
Estábamos en lo
escuro, escondidos entre los árboles. En las afueras del club de
bochas del Parque Rodó. Adentro sonaban bandas indi-noise que desde
afuera podían oírse. Después del
primer saque, hablamos de Freud, el diván y de volver más y más a
lo ortodoxo.
-El
esquizoanálisis es interesante, Guattari y la mar en coche. ¡Pero
Freud! Freud era un oscuro, ¿me entendés? Llegó a cosas
impensadas. Pensó lo que nadie pensó nunca.
-Sí, todo bien.
Pero la sicología no se puede separar de la sociología. Popper dijo
que Freud aseveraba cosas que no podían ser refutables. Él se
refutaba a él mismo ¿entendés? No es ciencia, la sicología no es
ciencia.
-Freud nunca
quiso que sea ciencia, pendeja. De hecho, dijo que para él, no lo
era.
-Ni idea lo que
dijo. El tema con la sociología es que está infectada por las
metodologías cuantitativas, las estadísticas y todas esas mierdas. Pero nadie sabe de lo bueno. Como Parsons, que estudió el universo. ¡El U ni ver so!
-Freud
contemplaba lo social.
-No jodas, lo
social del año del pedo. Tienen que fusionarse, no hay vuelta. No es
nada una disciplina sin la otra. Al conocimiento nos lo han
fraccionado para que no unamos nada con nada y que todo se vuelva tan
abstracto como irreal. Es así.
-En eso tenés
razón. Igual yo ahora estoy para el diván, qué querés que te
diga.
-¿Y vos a quién
podés analizar con esa cara? No sé, me pregunto. Te digo que tomo
merca, que me gustan las minas y me querés garchar de una... Sos un
enfermo.
-A vos te toco
las tetas en el diván
(risas)
-Aprovechen esta
risa que es mi última de la noche - dijo ella, mientras se servía
un saque con la tarjeta de estudiante.
Pero yo no la vi.
Me la perdí. No aproveché porque estaba mirando más abajo: sus
dedos y la tarjeta, la bolsa. Mirando cuánto se servía. Controlaba
que no se le fuera la mano porque nosotros también queríamos tomar; (en la distribución hay que ponerse bolche, siempre lo digo).
Como lo anticipó,
a partir de ese momento, no volvió a reír.
Y yo tampoco.
Y llegó el de historia para decir que ni la psicología, ni la sociología, ni la antropología, ni la historia, ni la matemáticas, pueden ser consideradas ciencias. La única verdad surge de la comida china. Ahí se encuentran las respuestas para todo.
ResponderEliminarTambién, a veces es bueno escatimar las sonrisas para que parezcan ser las mejores.
Suerte
J.
¿China? Japonesa supongo que quisiste decir...
EliminarChina, japonesa, tailandesa, como sea, pero hecha por orientales del otro oriente, no del Uruguay...
EliminarJ.
Tendrás tus razones!
ResponderEliminarAyer estaba en la casa de Pablo y llegó un pibe nuevo al taller. Tenía un libro "Un hilo de oro puro", yo no lo conocía, y me dijo que era un compilado que salió en Uruguay. Abrí justo en ese cuento y lo leí diferente. Hoy releí el cuento en tu blog y caí que es la misma versión. No tiene que ver con nada, pero bueno.
El texto, como casi todos los que leí tuyos, es excelente. Me gustaría leerte más.
Los uruguayos nos manejamos con otros libros lo que pasa (¿?)
EliminarMe encantó "un hilo de oro puro".
Leé a Escanlar, capaz te gusta.
Una también quiere leerlo más.
Si a mi me hacen un esquizoanálisis ten por seguro que saco la máxima nota.
ResponderEliminarTuve numerosas peleas por ponerme bolche en la distribución de vicios varios. Misteriosamente los que se ofenden son los mismos que siempre se autofavorecen en la repartija de la riqueza. Hay que mandarlos a Siberia, a todos.
ResponderEliminarA la mierda todos.
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