sábado, 15 de noviembre de 2014

Para leer en forma interrogativa

Has visto,
verdaderamente has visto
la nieve, los astros, los pasos afelpados de la brisa...
Has tocado,
de verdad has tocado
el plato, el pan, la cara de esa mujer que tanto amás...
Has vivido
como un golpe en la frente,
el instante, el jadeo, la caída, la fuga...
Has sabido
con cada poro de la piel, sabido
que tus ojos, tus manos, tu sexo, tu blando corazón,
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.


Julio Cortázar 
De Presencia (1938)

martes, 4 de noviembre de 2014

The Dharma Bums

Ahora 
Hollywood recita versos, rapea también.
Y la guitarra suena entre las manos de Jauna, la hace llorar. 
Jauna hace llorar a la guitarra.
Y viceversa. 
Es todo tan dulce, que vale la pena estar viva. 

Esta noche

es noche de primavera 
aunque estemos en otoño. 
El aire está caliente, la luna hermosa. 
El pecho en paz.
La paz no existe- me retruco

No voy a dormir.
No puedo morir -me digo
No hoy. 
No puedo.
No todavía. 
Si Joe se está despidiendo.
Y el filipino guarda las tijeras, los canastos.
Yo lo escucho desde acá.
Kasey canta, escupe cada tanto. Está enfermo el pobre.
Brian ríe exagerando (siempre lo hace)
Yo los escucho desde la carpa mientras Felipe ronca a mi oído. 
Hace dos meses que duermo en una carpa con un chileno que no conozco 
pero que ahora sí
sí porque pasó mucho tiempo
las suficientes horas
como para conocer
a alquien.

Va a nevar.
Vamos a morirnos de frío.
Y hoy
23:44hs va a sonar el reloj. 
Lo sabemos. 
Suena siempre, cada noche
a la misma hora. 
Desconocemos el por qué.
Lo compramos así, en una tienda de segunda mano 
en Eureka
y no pudimos arreglarlo. 
Tiene los grados en fahrenheit y nosotros usamos celsius. 
Estamos vencidos.
Cuando entremos en sueños, va a sonar. 
Y alguno de los dos, lo va a a apagar, enojado. 
Pero a veces, la alarma
nos agarra despiertos
y reímos
como locos.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Echoes

Sentada en esa silla de plástico, abandonó las tijeras, olvidó el dinero y en cambio, se dedicó a mirar los pinos y, detrás de ellos, todas las montañas.
En sus auriculares sonaba "Great Gig in the Sky" y fue como si el horizonte la hipnotizara: su profundidad, tantos árboles, tan lejanos aquellos ríos, la infinidad de los valles. 
Las distancias. Pensó en cómo duelen las distancias. Los kilómetros, los litros de agua que la alejaban de todo lo que más quería. 
Pero a la vez, con ese sentir de que la muerte estaba a su lado, todo el tiempo y que podía abrazarla, cualquier día. Eso ya no la asustaba. Conocía lo efímero de la vida, la fugacidad de la existencia. 
Por eso, había llorado en su despedida mientras Carnalita la acobijaba entre sus brazos, en silencio. Lloraba su muerte anticipada, lo último de las cosas. Esa noche las dos hablaron tristes, sin palabras, porque no urgían. Sino que bastó, con compartir lo enmudecido de sus bocas, lo enmudecido del momento.
Y también por eso, había sido el abrazo a su hermana, la esquela adentro del libro, la carta en el baño, su yo miniatura en otra repisa. 
Los besos en la frente. 
Podía morir tranquila, lo sabía. Lo había dejado claro, para todos. Y lo más difícil, lo había dejado claro para ella...

Estaba pronta para morir.

Punk

Soñé que moría joven
no como esos pibes
alegres y salvajes
que llegan a burgueses
y pasan los cincuenta
pelados y con panza
y sonrisas tristes
de dientes amarillos.

Yo soñé que moría joven
porque no había futuro
porque el mundo se volvía
un lugar más espantoso
el cielo se caía
el aire se estancaba
y ni siquiera había espacio
para esa mierda del amor.


Ignacio Molina