Transito
como un turista en mi ciudad. Me siento ajena.
Recorro viejos
rincones pero con ojos nuevos.
Y ya no veo caras, veo espaldas.
Veo la soledad en la compañía,
veo el mundo en la contemplación de un
niño.
Un sueño contenido en una una burbuja.
Un sueño contenido en una una burbuja.
El
juego inocente y la magia me son revelados
pero ya no importa
porque mi atención está en la mirada
de los que observan, está en
el brillo de sus ojos, en
la sorpresa.
Entiendo
nada igual a antes,
la gente se busca, tapa su rostro y mira hacia
dentro.
Ésto no es malo, sólo que no lo sabía.
La
soledad carga culpas que no debe, pobre, siempre tan mal vista.
Hemos
sido duros con ella. Siempre.
A lo lejos alguien canta, alguien llora, alguien espera.
La
ciudad enlentece, se sumerge en un silencio ingenuo casi sin notarlo.
Entristece, se queda cada vez más sola.
Pero no por eso entristece
sino porque se lo permite,
porque sí,
cada tanto.
* Fotos: Diego Hernández
No hay comentarios:
Publicar un comentario