miércoles, 19 de febrero de 2014

Parque Rodó



Transito como un turista en mi ciudad. Me siento ajena. 

Recorro viejos rincones pero con ojos nuevos. 

Y ya no veo caras, veo espaldas. 
























Veo la soledad en la compañía, 

veo el mundo en la contemplación de un niño. 

Un sueño contenido en una una burbuja.









El juego inocente y la magia me son revelados 

pero ya no importa porque mi atención está en la mirada 

de los que observan, está en el brillo de sus ojos, en 

la sorpresa.





Entiendo nada igual a antes, 

la gente se busca, tapa su rostro y mira hacia dentro. 



Ésto no es malo, sólo que no lo sabía.

La soledad carga culpas que no debe, pobre, siempre tan mal vista. 




Hemos sido duros con ella. Siempre. 

A lo lejos alguien canta, alguien llora, alguien espera.





La ciudad enlentece, se sumerge en un silencio ingenuo casi sin notarlo. 





Entristece, se queda cada vez más sola. 























Pero no por eso entristece 

sino porque se lo permite, 

porque sí, 

cada tanto.



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