Miro el bosque por la ventana. La lluvia cae finita, casi invisible.
La observo a ella, meciendo el cernidor, sus manos entre las hojas, escogiendo.
Padre, necesito escuchar tu voz, saberte bien. Te extraño y extraño todas esas cosas que nos unen, que nos hacen padre e hija.
Me siento algo sola, insegura. Siempre fui insegura. Una niña un poco triste, aunque nadie lo supiera.
Como el poema que me regaló Carlos: una niña descalza acunando días en miradas sin nido. Remontando cometas en un cielo de espadas.
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