Primer hijo: al nacer, fue bautizado por la iglesia católica.
A los ocho años, tomó la comunión. Tiene fotos que asustan donde se lo ve vestido de punta en blanco, con guantes inmaculados y la imagen de jesucristo detrás. El pelo engominado, los ojos fijos bien negros. La mirada escalofriante.
Según mi padre, en esa época, él era un señorito de la alta sociedad.
Sus padres tenían una panadería donde él comía todo lo que quería. Hasta que su padre murió y ahí lo perdieron todo, mi abuela fue estafada. Firmó papeles que no debía.
Mi abuelo murió en la misma fecha en que nací, y desde ese día, mi padre cree que yo fui un regalo.
Se mudaron al barrio las acacias donde tuvo que hacerse hombre y trabajar, por ser el más grande de cuatro hermanos.
Siempre soñó con ser cirujano pero no pudo estudiar, estudió un oficio: mecánico automotriz y dibujante industrial. Eso le sirvió para trabajar veinticinco años en una fábrica de pistones.
Militó en el partido comunista. Leía marcha y salía de pegatinas. Casi lo llevan los militares.
Fue bautizado en aguas. Practicó casi todas las artes marciales. Asistió a grupos espiritistas. Se instruyó en el ocultismo, en el budismo. Cayó en dietas macrobióticas.
Aprendió a leer el aura de las personas y él puede saber cómo estás y si te falta poco para morir.
Tiene la capacidad de elevar su espíritu, de hacer viajes astrales y visitar otros lugares. Se transporta, como hacían en las guerras para saber qué planeaba el enemigo.
A él se lo llevó un ovni y lo tuvieron una tarde entera. Lo dejaron en un muelle de una playa. Sólo tiene imágenes, vagos recuerdos.
Tipo pasional que por odio destruiría el mundo en segundos. Que por amor daría su vida. Celoso hasta la médula, posesivo. Rencoroso a más no poder. Orgulloso como nadie.
Jamas se suicidaría, eso es de gente débil. Se mataría, sí, el día que no se le pare, porque ahí la vida perdería sentido.
Se carga a mis amigas, más o menos, desde que tengo catorce años. Inventa historias de que engaña a mi madre con amigas mías. Y ellas se prenden en su juego. Un juego rarísimo que nunca entendí, aunque debo confesar que a veces es gracioso.
No pronuncia las X o las CC ni las CR, CT. Dice: dotor, tasi, conesion, perfeto.
Se carga a mis amigas, más o menos, desde que tengo catorce años. Inventa historias de que engaña a mi madre con amigas mías. Y ellas se prenden en su juego. Un juego rarísimo que nunca entendí, aunque debo confesar que a veces es gracioso.
No pronuncia las X o las CC ni las CR, CT. Dice: dotor, tasi, conesion, perfeto.
No le teme a la muerte. No hay peor guerrero que el que no teme morir -afirma.
Sufrió, pasó hambre. De la gloria a la nada se fue. Pero él le metió huevo, se salvó.
Nunca dependas de otro para nada. Pensate sola, siempre. Los bastones quiebran y uno se cae. Mejor siempre estar parado -me dijo muchísimas veces.
Enterró a un niño y mi abuela murió en sus brazos. Yo ya me curé de espanto -suelta a veces.
Todo lo que yo piense en hacer, él ya lo hizo. Yo voy, y él, ya hizo surco.
Cree en el amor eterno. Que uno se enamora y se desenamora, pero que al fin y al cabo, uno ama siempre.
Lo despidieron de la fábrica y se tuvo que poner a trabajar en un taxi, como empleado.
Es de esos que piropean a las viejas para que le dejen propina, que disfrutan frenar en la rambla, clavarse un choripán, tomar mate por horas y con muchos yuyos. Grita cosas a las mujeres y si van acompañadas les manda: ¡mucha carne pa poco huevo!
Considera que la concepción de arte actual, es nada, una mentira. Puro estatus. De una opera llena, sólo dos personas sienten -dice enojado. A él le gusta cuando lloran los violines y le duele el pecho.
Cuando hace los mandados, demora y demora porque conversa con todo el barrio. En la feria dice cosas que avergüenzan, como: que Dios se lo pague o ¿no tienen descuento de jubilado?
Colecciona armas extrañas: revólveres rusos, katanas, bates de baseball, cuchillos, chumberas... todo para el día que alguien se haga el vivo.
A veces me pregunto si está medio loco y seguramente sí. Y me acuerdo de cómo me enloqueció de niña metiéndome todas esas ideas místicas en la cabeza. Yo comprando esa revistita predicciones para poder leer de la magia, del karma, de los signos, de los viajes astrales, etc. Pasé tardes en mi casa, preguntando cosas a un péndulo por su culpa.
Necesitaba algo que me explicara de dónde venimos, a dónde vamos.
Hace poco tomamos whisky y comimos fainá. Él estaba sólo y me asombré de que supiera poner videos de youtube.
Tomamos unas medidas y nos pusimos a escuchar música vieja.
Las canciones nos destrozaban, estábamos melancólicos.
Yo le miraba los ojos azabache, rodeados de arrugas. Cansados pero bien brillosos.
Me encontró la mirada y nos reímos. Nos reímos sin parar.
Somos iguales, pensé. La puta madre.
Las canciones nos destrozaban, estábamos melancólicos.
Yo le miraba los ojos azabache, rodeados de arrugas. Cansados pero bien brillosos.
Me encontró la mirada y nos reímos. Nos reímos sin parar.
Somos iguales, pensé. La puta madre.
Esa noche me fui borracha.
Y camino a casa, lloré.
Y camino a casa, lloré.
Con un padre así, sobra la literatura, todo está en la vida.
ResponderEliminarSuerte
J.
Cumpleaños, de Joaquín Giannuzzi.
ResponderEliminarHe cerrado la puerta de mi padre.
Finalmente lo supe, al amanecer
de este cumpleaños en que te sobrevivo.
Pero aún con la difícil respiración
al borde de la cama y sombrías
opciones por delante, puedo entender
que tú y todos los muertos han perdido
y que vivir es el único prestigio que cubre la tierra.
Entonces, todo lo que es está bien.
Por alguna razón me incorporo; jadeando,
vacío tu rostro hacia la pesada oscuridad
y tengo tu misma manera de torcer la boca
al paso de la puntada por el pecho anginoso.