Ella sentada en mi falda, apoyaba su rostro diminuto sobre el mío y era tan dulce. Secando sus lágrimas contra mi piel, olía a mentira inocente. Olía a pureza, a teatro onírico.
Es muy frágil y pequeña. Una débil flor delicada sanando culpas sobre mi hombro. Escabulléndose de la mirada severa de un padre enojado, quise protegerla de fantasmas que eran míos, de todas las sombras que sólo yo veo. Quise cuidarla de la tristeza cuando llegue algún día. Ella se sintió mejor, aún sin entenderlo. Y como muestra de cariño, quitó el chupete de su boca y besó mi mejilla. Mi alma se colmó de ternura. Sentí menos vacío por un momento.
El aire estaba triste y era peor en cada tango, en cada bajada de temperatura. Todo era
triste. Incluso el guiso aunque estuviese muy rico. Sus párpados y las dos
pecas del lado izquierdo que tanto me ponen contenta. Hasta los platos naranja eran
tristes, y más tristes, por ser de plástico y estar rayados en el centro. Él
parecía no notarlo o se hacía el tonto zambulléndose en cualquier silencio. De
fondo, lo acentuaba la mesada sucia y el gato rondando con su paso sensual y su
pelaje gris brilloso, dando saltos impredecibles sobre cualquier estante. Por suerte todavía salía vapor de nuestra boca. Humo para saber que no habíamos muerto. Y yo pensé que a lo mejor, estábamos
incendiándonos por dentro, quizás de aburrimiento. Pero después sentí el frío y
eso caló mis huesos. Dejé de pensar.
Mi
enfermedad existe. Mi hígado sufre sobre la cama. Se desangra y ya no me salvan
tus caricias sobre la cabeza. Tus me quiero en la nariz. Esto es un dolor real.
Algo dentro de mí quiere morir y dice adiós. Yo te digo adiós al oído,
lentamente, mientras guardo las llaves en el bolso. Me voy. Respiro fuerte, me
ahogo, cae algún sollozo sobre tus rulos. Nunca voy a ser
feliz, te gritan mis ojos. Nunca voy a tenerte. Nunca. Siempre vas a serme incompleto, vas a
faltarme. Perpetuamente voy a encontrar poemas en donde extrañás a otra. Otra
que no soy yo. Yo sólo voy a saber cómo derramar llanto en las noches frías. A vivir lo insignificante de lo inmenso.
Juntos
seremos
una
metáfora
hiriente
o no seremos
nada
o no seremos
nada
Eternamente
lamentándome de lo que no somos, de lo que no pudimos ni podremos. Nunca voy a
ver el vaso medio lleno, lo confieso. Voy a verlo siempre medio vacío. De
veras, nada va a alcanzarme de lo que me des. Hoy te lo digo. Por eso estaba
rara y muda; yo que hablo tanto, dijiste. Porque entendí que tu pasión es
una ola, es un tsunami que arrasa todo a su paso y que no puede y no quiere ser
bahía, ser cala. Y yo ya no sé qué soy. No sé qué quiero. Yo ya me perdí sentido. Sé que no
quiero que me lleves a lo profundo de tu remolino para morir asfixiada y amanecer en cualquier orilla.
Foreverblue. Mares y cielos. Esto es un cuento lleno de azul. Una historia azulada, azulina. Un arce azul
cruzando nuestra ventana. Aunque el cielo no sea cielo ni sea azul y todo ésto sea una
lástima grande de mentira.
(Las paredes desaparecen para que escuchemos las mismas canciones en un día destruido).
Tengo miedo de morirme, en serio. Me aterra no poder volver a pensar, ya no poder volver a casa. Perder todos mis recuerdos. Olvidarme de todas las veces que bailamos juntos, como olvidé el momento en que nací y que alguien me tomó en sus brazos.
Antes quiero
que beses
mi hígado
y mi sangre
pinte tu boca
de rojo
y después cantes:
(Las paredes desaparecen para que escuchemos las mismas canciones en un día destruido).
Tengo miedo de morirme, en serio. Me aterra no poder volver a pensar, ya no poder volver a casa. Perder todos mis recuerdos. Olvidarme de todas las veces que bailamos juntos, como olvidé el momento en que nací y que alguien me tomó en sus brazos.
Antes quiero
que beses
mi hígado
y mi sangre
pinte tu boca
de rojo
y después cantes:
“Qué
bonito es un entierro,
qué
bonito es un entierro.
Iré a
verte al cementerio
con una
flor y un perro”.Y sea cierto.
Buenazo.
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ResponderEliminarDoloroso y bello
ResponderEliminarComo la tristeza misma
Pienso en esos animales que tienen que mudar de piel
ResponderEliminarPienso en Don Juan explicando que el segundo enemigo es la claridad, que tenemos miedo a perder la claridad
Pienso yo porque yo pienso
Oh, es intenso leerte en el desayuno, con las tostadas.
ResponderEliminarSobre todo cuando, por esas cosas de la vida, con lo que escribís me rozás alguna herida.