jueves, 9 de enero de 2014

Mujeres

Hoy quisiera escribir sobre otro tema. No sé cuál, pero no éste. Hoy quisiera no estar rota, no sentir este dolor que me aprieta hasta el ahogo. Pero eso no se elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos, como la lluvia de esta tarde que me agarró desprevenida. 
No estoy segura, pero quizás, sean pocas las cosas que se eligen en la vida, a pesar de que a veces creamos lo contrario.

De golpe fue como si tuviera mil mujeres dando vueltas en mi mente, mujeres grandes y de vidas hechas. Pero también niñas, indefensas, tristes, desoladas, escondidas bajo la cama pidiendo auxilio con los ojos, llenas de temor.

Tengo frases, puñales filosos al centro del pecho, ajenas palabras que giran formando un collage en mi cabeza. Y no están solas, están acompañadas de imágenes, muchas, que desearía no tener. Me hacen sentir náuseas, muy parecidas a las que sentía cuando era niña. Muchas noches, las más feas de mi vida, tuve que levantarme a escondidas para ir al baño a vomitar del miedo que tenía. Había un tortuoso secreto que no me dejaba dormir y me desvelaba para hacerme padecer una culpa tan grande que sólo la aliviaba sudando, vomitando, defecando o temblando sin parar. Sufría un pánico tan inmenso que creía que iba a morir. Y capaz la muerte hubiese sido mejor que aquel martirio. 
Recuerdo contar las horas para ver nacer la negra mañana de sol. Porque sólo el día parecía salvarme del tormento. Aunque hubo veces que me pasó de día y en esos momentos tenía que disimular. De repente, sentía un calor tan fuerte en las sienes seguido por un zumbido, que no me dejaban entender lo que sucedía a mi alrededor. Lo único que quería era escapar y refugiarme. 
Pero no voy a hablar de mí, no hoy.

Hoy quiero tomar pedazos de mujeres. Mujeres partidas, que se dejan doler por sus recuerdos, y siguen así, sin más, rotas. Algunas pusieron la gotita en sus quiebres para seguir, porque otra manera, sería no seguir.

Recién ahora me pega de frente. El sentimiento de no poseerse por completo. Tratá de que no se note, o se va a dar cuenta y se va a enojar, y capaz además de agarrarte el cuello, te tire el pelo o te empuje. Hubiese preferido un poco más de violencia, quizás ahí mi padre fue un buen padre. No le digas nada a tus padres. ¿Mi cuerpo? Un tajo en la silla. Cada vez que escucho Für Elise, recuerdo aquellas manos en el piano y me dan náuseas. Una pequeña navaja. Entre la tibieza extrema y los diminutivos afelpados, y la crudeza de una vida oscura y triste edulcorada con historias quijotescas es que crecí. ¿Mi vida? Vacío bien pensado. 
Tratá de pensar que no importa; que tu cuerpo es solo un montón de carne y hueso y que da igual, que tarde o temprano iba a pasar, que por lo menos no te lastimaron, que sexo y amor no tienen nada que ver; que el amor no importa. No importa me digo, a pesar de todo y por la contraria tengo esperanzas de ser grande, lo sé, casi de forma religiosa lo sé, me lo dice alguien al oído, me lo digo yo. 

Lloraría acurrucada durante largas horas, pero no vale la pena. Además, hoy ya lloré mientras las leía. Mientras me dejaba doler en cada letra y me erizaba hasta la nuca. Mientras me azotaban mis propios recuerdos, enterrados vivos. Prefiero los ojos secos aunque estén opacos. Talvez podría gritar, creyendo aliviarme. Sin embargo, una vez más, prefiero el silencio. Los gritos siempre me fueron como ecos resonando en ningún lugar. 
Así es que elijo quedarme con ese collage de vidas adentro y mi boca cerrada. 
Todo cerrado.




"Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste".
A. Pizarnik

1 comentario:

  1. que bien que publicaste más cosas!
    es tan común, tan común... que lo mejor es decirlo para no seguir estando solos

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