miércoles, 22 de octubre de 2014

Cama aristocrática

Me revuelvo en la cama, cinco y media debería dormir, sé lo que me espera. pero no puedo, me paro y camino por la casa oscura hasta el cuarto del fondo a ver al niño cómo llego un niño a esa cama cómo llegue yo a esta casa acá nací acá nació acá nacimos lo que más quiero es hacer nuestros días felices para un adulto no es tan fácil fascinarse con las nubes vos te fascinás con todo con las monedas los perros los colores de los autos los tamaños las nubes las hojas el agua las flores los acolchados Yo apenas me conozco y ahora me miro al espejo este rostro este ojo rojo sin edad no sé si me veo grande yo me veo ahí como si el tiempo no hubiese cambiado mi cuerpo ahí perdida acá tratando de encontrarle sentido a las formas de mi vida a la forma de mi casa a la vela que me alumbra mi estómago está vació y no me interesa darle nada es la extrañeza peligrosa igual que esa lucidez que puede separarte de la vida besos la edad no me dice nada de nosotros el fuego nos enloquece a todos quemar romper sueños sueño con quemar romper y amar quemar romper y ver si después es posible amar
todos los días peleo me peleo a mi misma por ser verdadera aceptar mi ignorancia y cagarla a patadas pero en privado por no intentar demostrar nada que no soy la primera guerra mundial es con uno mismo
siento que puedo dormirme de hambre desmayarme la llama escucha también los motores desvestirme apenas alumbra la vela mis venas que saltan cuando aprieto las teclas la sangre bombea cuando aprieto la lengua
un varón soy un varón si yo quiero puedo caminar por la oscuridad sin que nadie me vea ni siquiera me oiga ni siquiera me piense no existo en nadie más que en mí ahora lo puedo sentir lo puedo saber la verdad existe y no necesita explicación
antes mientras caminaba por los alrededores de la plaza el clima invitaba a volver a ella pero con un nuevo cuerpo los pibes ocupaban los bancos que aparecieron en invierno y yo caminaba por el molino y más allá tratando de dormir al río y mi pibe pedía por el padre y nadie pudo escucharlo ni siquiera imaginarse el gemido del dolor que sentí ante su inocencia ante su verdad ante el tono de su voz.

Carnalita

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