Hoy tiré al contenedor
la obra completa de Rimbaud
en francés y español
que compré hace diez años
insólitamente en Costa Rica
y que cargué nueve meses
como a un bebé en el vientre.
Lo leí infinitas veces
sobre todo de noche, en la carpa
y lloré
pero más lloré
cuando sabiéndolo mi objeto preciado,
y especialmente por eso,
lo incendiaste.
-Siempre incineraste lo sagrado-
Me enviaste una foto
de mi libro en llamas
por sino creía en tus palabras
o quizás para mayor sufrimiento.
De veras, esa vez lloré más que todos los niños del mundo.
Tiempo después lo devolviste
con menos páginas
y los bordes quemados
como una carcelera carta de amor
que yo atesoré cuan insignia
de nuestra temporada en el infierno.
Una amiga me dijo:
"esas cosas tienen mala vibra"
así que hoy limpié la casa
y lo tiré al contenedor.