domingo, 31 de mayo de 2015

Lonchas de carne fría

Los velorios son ridículos. Es sabido. Las personas se reúnen a rodear a un muerto. Y no sólo eso, sino que hay veces, que lo hacen durante toda la noche. Toda la noche rodeando a un ser marchito, observando su rostro inerte. Una epifanía maldita. Un ritual burlesco.

Después, el entierro; autos negros floreados marchando en fila india hacia el cementerio. Ese lugar silencioso donde abundan las placas, las flores plásticas y los apellidos.
Frente a tus ojos, los sepultureros suben al cajón con una máquina y uno ya no sabe quién o qué va ahí dentro. No sabe qué está haciendo allí. Todo pierde sentido. Todo.

Lo viví en el velorio de mi abuela. Todos rodeándola, hablando temas banales, cruzando las miradas por encima (de lo que quedaba) de ella, para conversar. El féretro estorbando nuestra charla. Y ahí caés. Cuando te estorba, caés. Te caen todas las fichas. Te das cuenta que estás frente a tu abuela, muerta.

Tu abuela murió. Vos la querías. La mirás distinto, asustada. Sentís escalofríos. Brotan recuerdos. Florece la imagen de su rostro contando historias, las mismas historias de siempre. La observás. Es espeluznante. Los dientes te castañetean. Está pero no está. Es ella y no. Es su cuerpo impávido, su piel ahora azulina. ¿Abuela sos vos?

Ahí me paro. Me paro y le doy un beso, el último beso. Me devuelve los labios fríos. Un día de mierda me devuelve. Me devuelve ver las bolsas llenas de tristeza colgando de los ojos de mi padre. La culpa de mi ausencia cuando él más me precisaba. La culpa de que haya muerto en sus brazos y yo no haber estado ahí porque no tenía fuerzas; llevaba dos días sin dormir, drogada hasta las patas. Cuando él me llamó para que fuera al hospital, no fui pensando en que todo iba a salir bien, que era otra de las veces que la iban a internar. Pero no. No fue otra de las veces. Ésa no. Esa fue la última vez y yo no estuve. Y tampoco estuve cuando mi padre le mandó un mensaje a mi madre diciendo que la abuela había muerto. Tampoco fui. Pensé que era una pesadilla. Lo llamé desde la cama, le dije que lo quería, corté y seguí durmiendo. Sí, seguí durmiendo. Mi madre y mi hermana también lo hicieron. La hostilidad puede ser infinita.

Cuando en el hospital una persona muere, no se llevan el cuerpo enseguida. Demoran. Todo el tiempo que tardaron, mi padre estuvo ahí, solo con ella. Él me lo contó. No quiero pensar en lo qué habrá sentido. Lo imagino en ese momento, desolado, mirando a su madre fenecida. Esa que le dio la vida, que lo vio crecer y que ahora a él, le tocaba ver morir. Lo imagino y no me perdono. 
Si pudiera volver el tiempo atrás, iría corriendo a abrazarlo y no lo soltaría.

A la mañana me levanté y no había sido un sueño, era realidad. Mi abuela Blanca había muerto. Y yo tenía que ir trabajar trece horas. Debía abrir el local a las 9 hr si lo que quería, era no tener que pagar la multa que le iba a venir a mi jefe. O que me echaran, en el peor de los casos. Así que fui llorando todo el camino. Llegué con la cara hinchada. Enseguida llamé a mi encargada, le dije que había abierto el local porque era una persona "responsable" pero que alguien me viniera a cubrir porque yo me iba al velorio de mi abuela.

Hoy mataría políticos y policías. Estallaría vidrieras. Incendiaría monocultivos. Destruiría maquinarias. Pondría bombas en bancos. Me cagaría en todo. Sería responsable en serio.
Responsabilidad es abrazar a alguien triste. Es ser consecuente en el amor.


No hay que besar a los muertos, te devuelven los labios fríos. 
Te devuelven dolor.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Transeúntes por la acera

Hay feria de saldos.
Hay sale.
Hay Nike es la cultura.
Hay 18 de Julio.
Hay galerías.
Contar gente que entra gente que sale que compra que roba.
Maniquíes sobrevivientes.
Palomas migas, palomas grises.
Baldosas tristes cuadriculadas con filtros de cigarros atrapados en sus hendijas.
Cigarros con la punta amarilla, aliento alcohol.
Cigarrillos con restos de labial rosado.
Cigarros que encierran historias de noches de amor de maldiciones.
Mujeres que no pueden caminar con tacos pero que igual los usan.
Otras que sí pueden y llevan su cola y sus pantorrillas en alto, victoriosas.
Hay puntada en el pecho y otra en el ojo.
Algo que me hace infeliz, querer morirme todas las noches.
Hay un señor con muletas que mira.
Muletas marrones y viejas con regatones negros y gastados.
Hay morochas perfectas con falsas trenzas rubias.
Hay un tiempo que no corre que se estanca.
Hay un libro sin terminar sobre mis piernas.
Una historia de amor en mi cabeza.
Me pregunto si se puede contar el deseo.
Si es cuantificable lo que me pasa.
Nadie me advierte.
La puntada no desaparece, se intensifica.
Hay carteros que andan en bicicleta y otros que caminan.
Cartas de dolor en los bolsillos.
Cuentas a pagar.
Personas tatuadas.
Tatuajes por todas las partes del cuerpo.
Poemas. Poemas por todos lados escondidos.
Mi abuela no sabe que voy a morir antes que ella.
Cómo hay gente que camina lento y otra que corre. Corren como si perdieran algo… oro.
Hay comedores de helados, cucuruchos.
Gente que vive en la calle, desamparada.
Personas que van leyendo el diario mientras caminan.
Si habrá bastones, imposibilidad de transitar este mundo... A mí me pasa.
Están los que usan botas y les hierven los dedos pero no dicen nada, no se quejan. Fingen dedos frescos porque aman las botas.
Hay hombres libidinosos que miran mis piernas aun acompañados de sus esposas. Y ellas ni lo notan, o sí, y es que ya no les importa.
Hay señores de traje, oh sí.
Turistas con cámaras colgando del cuello que alguien va a robar.
Hay electrelane en mis oídos.
Hay miseria en mi mirada.
Hay policías, claro.
Hombres sin remera.
Mujeres que quisieran andar sin remera pero que no pueden. Yo soy una.
Hay cortes de pelo para hombres y niños, por setenta y cinco pesos.
Hay tarjeta visa en diez cuotas.
Hay palomas tornasoladas, palomas locas.
Gente deportista con ropa deportiva.
Parejas románticas que caminan tomadas de la mano.
Personas insensatas que aún creen en el amor.
Hay un tipo que me toma fotos y no sé da cuenta de que me doy cuenta.
Hay personas cansadas.
Hay un sol moviéndose de lugar.
Hay alguien que mordió el lápiz que ahora yo muerdo.
Hay perros que corren que se huelen que se besan.
Hay zapatos de formas inimaginables.
Termos bajo el brazo, mates en la mano, bombillas entre los labios.
Las ganas de mandar todo al carajo.
Breviario de los vencidos.
Maestras que no se sacan la túnica al salir de la escuela.
Niños que sí se la sacan y en cada botón transparente desprendido, sienten un alivio insoportable.
Hay niños, por suerte.
Muchas personas mirando celulares, hablando por ellos.
Hay viejas coquetas y viejas con barba.
Viejas que tienen los dientes pintados con labial rojo, apenitas.
Hay morochos sensuales.
Bocas carnosas.
Recuerdos de bocas que ya no están, palabras lejanas.
Hay tetas saltarinas.
Hay vacío. Sí que hay vacío acá dentro.
Alma vacía.
Gente que corre, corre, corre sin parar, aún sin saber hacia dónde.
Personas con auriculares que tocan baterías y guitarras invisibles.
Hay manos con bolsas y carteras y mochilas.
Gente que lleva cosas que lleva la vida.
Hay una madre idiota.
Un padre que no entiende.
Una hermana que está y que no.
Dos perros que me aman y lloran.
Hay una casa vacía.
La palabra amor escrita muchas veces.
Hay un hombre que va a destrozarme.
Una tristeza anticipada.
Hay muerte.
Un final feliz.




martes, 19 de mayo de 2015

Sabrina, la (no) bruja adolescente


A Sabrina le querían pegar. Se la habían jurado. Iban a pegarle a la salida de clases.
Ella iba al liceo Nº45. Yo iba al Nº3, el Dámaso. Diría una amiga que yo di la dirección de mi abuela (que vive en el barrio Buceo) al momento de inscribirme, para que me tocaran liceos de por ahí y zafarle a los de mi barrio, como ser el Nº13 y el Nº45. Lo dice para hacerme rabiar y reír, ya que no es cierto. Aunque a decir verdad, ella no está en condiciones de jugar a hacer chistes porque fue al Elbio Fernández, liceo de chetos reventados. 
Sabrina era de mi barrio pero era de los que iban a colegio privado y que tenían vínculos más pudientes; casa de veraneo y viaje de quince a Bariloche. Sin embargo, en 4to año de liceo tuvo que cambiarse al público Nº45 porque su madre no pudo pagar más la cuota del Beata Imelda.
Nosotros nos hicimos amigas de niñas, en las clases de inglés (de otra forma, creo que jamás hubiésemos sido amigas). Estudiábamos dos veces por semana en el instituto de la vieja Matilde. Instituto barato. Instituto de barrio. Escuela de Oxford, “el inglés verdadero”, te batían. Y enseñaban bien, aunque en muchos años. Yo fui desde los nueve hasta los dieciséis años y no aprendí mucho. Admito que nunca fui buena alumna: no estudiaba y además me daba vergüenza pronunciar bien las palabras. Prefería hablar al mejor estilo indígena antes que humillarme en clase. Las que pronunciaban como yanquis, me parecían unas imbéciles, me daban vergüenza ajena. Y esas fueron, claro, las que luego pudieron trabajar en lo de Matilde, salvar la prueba del IPA, e incluso algunas, hasta ser profesoras de UTU con sólo el First Certificate.
Los del inglés eran mis amigos chetos del barrio, que obviamente, “chetos” no eran. Pero todos iban a colegio privado, menos yo. Me acuerdo que uno, hasta jugaba al rugby, deporte totalmente alejado de mi realidad. En mis vínculos era: fútbol, boxeo, patín, gimnasia y pará de contar.
Pero la cosa era que a Sabrina le iban a pegar. Una tal “negra María” se la había jurado en un recreo sólo porque ella era amiga de uno que a la negra le gustaba. Para peor, resultó ser que la negra vivía en el parque Guaraní y que no se comía ni la punta. “Mete las manos como loca”, decían, “no le gana nadie”, “la negra María no se come ninguna… con n a d i e”. Y ahí, ya aparecieron las historias de que una vez le deformó la cara a una y de que otra vez, le hizo traumatismo de cráneo a otra, y no sé cuántos cuentos más.
Ella estaba cagada hasta las patas, había dejado de ir al liceo, mintiéndole a la madre que no había clases. Estaba deprimida. Experimentaba pavor pensando en la negra. Y era lógico… la negra la iba a matar.
A mí se me ocurrió que si hubiese sido “Sabrina, la bruja adolescente”, indudablemente, eso no le pasaba. Seguro le hacía un hechizo y la negra se dejaba de pavadas. Pero claro, esas cosas no pasaban en la vida real, sólo pasaban en la televisión. Y ni siquiera en la televisión común… sólo en las televisiones con cable. Suerte que toda la cuadra estaba colgada en aquel tiempo. Que nadie se quedaba sin ver cómo la bruja adolescente resolvía sus problemas. Hasta que un día, me acuerdo, nos cortaron el cable a todos. El rumor decía que el único vecino que sí pagaba por mes, nos mandó en cana a todos. Nunca se supo la verdad. A mí, la verdad, no me importó. Pero a mi madre le vino como una especie de ataque cuando volvió de trabajar y vio que no había señal. Se quedó mirando la pantalla con los puntitos esos y el ruido sh hsh shh. Se puso como una loca y gritaba. Yo supuse que era por lo de la bruja adolescente, pero no. Le dijo a mi padre: “José, ahora paguemos. ¡Yo quiero seguir viendo películas!”
Sabrina, un día me preguntó si yo conocía a alguien que pudiera ayudarla. Y la primera que se me vino a la mente fue la negra Nibia, que okupaba la fábrica. La segunda, fue la gorda Yohana que vivía en el cante de San Fernando. Nadie se metía con ellas dos, todos las respetaban por saber boxear y por tener conocidos maridos chorros. Pero el tema era que, si el lío hubiese sido conmigo, todavía, porque me conocían. Pero meter la cara por Sabrina, perfecta desconocida, y que encima, era del barrio pero se hacía la cheta… la veía complicadísima.
Ella no lo decía pero yo sabía bien que tenía el defecto de querer ser millonaria. Soñaba con esas cosas que hacen los chetos: los grandes lujos. Codearse con gente de guita, progresar, salir del pozo. Pero de todas formas, era buena persona y yo la quería. Defectos tenemos todos, pensé. Por algo era mi amiga, a fin de cuenta. Así que sin dudar fui hasta lo de la negra Nibia y le conté todo. “Yo sé quién es, es amiga de mi hermana”, me dijo, “no caga nada esa negra, se anda haciendo la bandida con una gila.”, y con cara de pocos amigos, agregó: “dejame que yo le paro el carro al toque a la conchuda.”
Días más tarde, después de una clase de inglés, fuimos con Sabrina a la fábrica para ver en qué andaba la cosa. “Mañana andá tranquila al liceo. Nadie te va a hacer nada”, le dijo la negra Nibia, con cara bien seria. Y a Sabrina le faltaba llorar de la emoción. Le agradecía sin cesar que la haya ayudado. Y mientras Sabrina la abrazaba, la negra, por atrás me hacía caras apretando un poco los ojos, como que no entendía nada y yo medio que le levantaba un hombro de cotelete como diciendo: “yo que sé”, y ella se reía con su risa de varios dientes postizos. Porque para ella, al fin y al cabo, no había sido nada… sólo una moneda corriente.
Para no irnos en seguida, nos quedamos a tomar unos mates, sentadas en sillas destartaladas mientras la negra y yo conversábamos chusmeríos del barrio. Pero de a ratos, yo miraba cómo Sabrina movía discretamente su nariz. Debería sentir el olor a mugre. Que en realidad, no era olor a mugre, era más un hedor a lugar huérfano, a humedad mezclado con sillones y colchones sucios. A problemas con el agua, a un lugar no preparado para habitar.
La veía observar la fábrica abandonada: los vestigios de una curtiembre llena de fantasmas y un piso de hormigón con manchas de aceite. El espacio amplio, gris y frío, la ropa tirada en el suelo. Los gurises gritando y saltando en los sillones empercudidos, reventados. El polifón polvoriento volando por los aires. Las cicatrices que podían verse en los brazos y en la cara de la negra mientras les pegaba sacudones y puteadas en voz alta a los pendejos para que se quedaran tranquilos, porque si no, iban a cobrar y no plata.
Sabrina no habituaba ambientes así y estoy segura que en otro momento ese lugar le hubiese dado un poco de asco. Pero como la negra Nibia le había salvado la vida, podría jurar que se obligó a sentir lo contrario. Que sintió lo contrario.
Al día siguiente, Sabrina volvió al liceo y en el primer recreo, la negra María se le acercó. Sabrina temblaba de miedo, aún le tenía terror. Y sin mirarla a los ojos, con voz algo baja, la negra le dijo: “Disculpá, vo. Ta todo bien. No sabía que eras amiga de la Nibia.”

jueves, 14 de mayo de 2015

Título de la entrada

Una mentira
soy
la entelequia
letal
crean mé
castillo de cartas
olvidado
por un viejo
borracho

hay un bar

y afuera,
el frío.

martes, 12 de mayo de 2015

Miamor

https://www.youtube.com/watch?v=bJq68vd3KZM

Mi amor no te pido
que estés conmigo
pero al menos devolveme
las cosas que te presté.

Mi amor no pienses
que te estoy controlando
nada más estoy mirando
todo lo que vos hacés.

Perdí la cuenta
de las veces que esperé
noventitres, no me apurés
si yo ya quiero estar ahí.

Pero este tiempo
se vuela y no sabés
yo me vuelo con él
y me cues ta vol ver

me cuesta volver.

Mi amor yo te pido
que fumés conmigo
te confundas de bondi
y no sepas cómo volver.

Mi amor ya sé,
lo tengo que entender
nadie es de nadie,
sos tu propio ser
qué fácil es perder

más que nada la paciencia
más que nada la coherencia
y chocando contra las paredes
hacia otro nivel.

Mi amor descontrolado
de enrosques olvidados
el vértigo de que nunca
nos vamos a perder

a perder.

Probervios de una yanki

Mi concha es como la reflejo en el mar
es como el perro con dientes
es como el tierra del mundo.

sábado, 2 de mayo de 2015

Si querés jugar, tenés que enchufarlo



 -Amor
-¿Qué?
-¿Qué significa apoteosis?
-No sé
-¿Y no te interesa saber?
-No
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-Hoy estoy triste
-¿Por?
-El mundo se cae a pedazos
-Eso no es nuevo
-Lo sé. Pero hoy me pone triste
-Bueno
-¿O acaso, sólo puedo ponerme triste por cosas nuevas?
-No, por viejas también
-¿Y no vas a decirme nada?
-Sí. Suerte
--------
-Compré espinaca para hacer canelones
-No me gustan las verduras
-¿Cómo?
-No me gustan
-No maduraste. Si no te gustan las verduras es porque todavía no maduraste
-El queso me gusta
-¿Conocés a alguien que no le guste el queso?
-Dejame pensar…
-¿...?
-No.
-¿Viste? A todos nos gusta el queso
-¿Y eso qué tiene que ver?
-No sé. Pero no maduraste
-----------
-Ayer cogí con mi jefa
-Ah, mirá
-Sí
-¿Y te gustó?
-Estuvo bien
-¿Conmigo te gusta más?
-Obvio
-¿Por qué es obvio?
-Porque vivo contigo. No viviría contigo sino cogieras bien
-¿Entonces por qué te la cogiste?
-Porque estaba aburrido
---------
-¿No te alcanzo?
-¿Eh?
-Sino te alcanzo
-Entendí. Pero, ¿qué es alcanzar?
-Si te lleno
-Llenar, me llena el guiso de porotos
-Si te lleno el corazón
-No. Si lo llenaras, explotaría
-¿Y no te gustaría que explote alguna vez?
-¿Estás loca?
-¿Por qué?
-Lo necesito
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-¿Me querés?
-Claro
-¿Cuánto?
-Así
-Eso es muy poco
-Para una hormiga sería mucho
-Pero yo no soy una hormiga
-¿Y es mi culpa?
------
-¿Creés que algún día podrías quererme más?
-Capaz
-¿Hasta el techo, por ejemplo?
-Capaz
-¿Te da miedo quererme?
-Capaz
-¡Quereme hasta el cielo!
-Vivir me da miedo
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-¿Te gustan mis rodillas?
-Son rodillas
-Pero ¿te gustan?
-Son normales
-¿No te gustan?
-No sé
-¿Te gustan o no?
-Me gustan tus rodillas
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-Estoy enamorada de vos
-¿Te acabás de dar cuenta?
-No
-¿Y entonces?
-Tenía ganas de decírtelo
-Bueno
-¿Y vos?
-Yo no
-¿Por qué no?
-Hace seis años que no me enamoro
-¿Y eso que tiene que ver?
-Que no me enamoro más
-¡Enamorate de mí, dale!
-No
-Por favor
-No puedo
-¿Por qué?
-Porque si me enamoro se va todo al carajo
-Y que se vaya…
-Te dije que no
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-¿Qué te gusta de mí?
-El lunar que está sobre tu ojo izquierdo
-¿Sólo eso?
-Sí
-¡Qué miseria!
-Ah, y me gusta tu boca cuando dice miseria
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-¿Cuál es tu sabor favorito de helado?
-Odio el helado
-El mío es el chocolate italiano
-¿Italiano?
-Sí
-¿Y el Suizo?
-No
-¿Y el holandés?
-Tampoco
-¿Y podrías distinguirlos de ojos cerrados?
-Claro
-¡Sos una mentirosa!
-Pero al menos no odio el helado
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-A veces me gustaría volver a ser niña
-¿Para qué?
-Para jugar
-Ahora también podés jugar
-Es diferente
-Juego contigo si querés
-Quiero ser niña, no pensar en nada
-Los niños piensan
-Pero pensar cosas inocentes. No tener responsabilidades. Que me lean un cuento, me hagan dormir...
-Puedo hacerte dormir si querés
-No entendés
-Entiendo. Yo a veces me quiero morir y no digo nada
-No te mueras
-No renazcas
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-Te voy a querer siempre
-No te creo
-En serio. Siempre, siempre
-No sabés lo que decís
-Sí sé
-“Siempre” es demasiado tiempo
-Y “siempre, siempre” es la eternidad
-Sos una enferma
-¿Está mal?
-No. Está perfecto
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-Estoy triste
-¿Por?
-No quiero vivir más
-¿Y qué pensás a hacer?
-Suicidarme
-Por favor, no se te ocurra manchar con sangre la alfombra. Es nueva
-Bueno. ¿Algo más?
-Sí
-¿Qué?
-No me dejes
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-¿Te acordás del día en que nos conocimos?
-No
-¿Nada, nada?
-No. ¿Y vos?
-Tampoco
-¿Y entonces para qué preguntás?
-Para no sentirme tan sola
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-¿Qué leés?
-Un libro que se llama “el amor libre”
-¿Y qué dice?
-Pregunta si “¿Hay alguien más parecido a un esclavo que un enamorado?”
-¿Y lo contesta?
-No sé, recién lo arranqué
-Es un libro de mierda
-¿Qué sabés? Sino lo leíste
-Porque ya miente en el título
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- “El corazón es un órgano muy flexible”
-¿Quién lo dice?
-Woody Allen
-Qué estupidez
-¿Por?
-Él mío no es órgano ni es fléxible
- ¿Ah no?
-No
-¿Y qué es?
-Una cometa volando en un cielo de espadas
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- “Amar, en cierto sentido, es vivir en el temor de la posible pérdida del amado”
-Me tenés harta con ese libro
-¿Por qué?
-Si igual vas a coger con todas como siempre
-Sí, pero encontré un libro que me ampara
-Sos un idiota
-Lo sé y no me molesta
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-¿No te da miedo que el mundo se termine?
-No. Me da miedo que NO se termine

-...
-¿Y a vos qué te da miedo?
-Ahora no sé
--------------
-¿Por qué siempre tenés que coger con otras?
-Porque sí
-¿Necesitás más?
-¿Más qué?
-No sé. Decime vos...
-No necesito más nada
-¿Ves?
-¿Qué veo?
-Nada
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- “Amar es querer la libertad, la completa independencia del otro”
-¿Seguís con ese libro de mierda?
-Eso lo dijo Bakunin
-Me tenés harta
-Amor libre
-Bakunin nunca amó a nadie
-¿Qué sabés?
-Ese gordito aristócrata sabía sólo de teorías
-¿Y vos de qué sabés?
-De nada
-¿Y entonces?
-Entonces nada. Pero tampoco ando escribiendo libros de cómo se debe amar
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- “Amar a todo el mundo se parece mucho a no amar a nadie”
-¿Quién lo dijo?
-Malatesta
-Malatesta me gusta
-A vos te gusta lo que te conviene
-Igual que a vos
-Supongo
-¿Me querés?
-Hoy te quiero así
-Bastante más... Lástima que no te creo
-Ahora, por no creerme, te quiero así
-¡Ufa!
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-Me duele acá
-¿Acá dónde?
-El corazón
-¿Metafóricamente?
-No. Literal
-¿Qué sentís?
-Ya te dije. Me duele el corazón
-¿Mucho?
-Sí. Llamá a una ambulancia
-¿Te parece?
-¡Llamá a una ambulancia!
-Capaz te abrazo y se te pasa...
-Rajádeacá
--------------
-¿No te dan ganas de romper vidrieras?
-Sí
-¿Y por qué no las rompemos?
-Preguntás sabiendo la respuesta
-Rompámoslas igual
-Bueno
-¿Vamos ahora?
-Sí, pero la de Mc Donals es toda mía
-Tranquilo. Me gustan los Bancos
--------

-¿Por qué separás las aceitunas?
-Porque no me gustan
-¿NO TE GUSTAN LAS ACEITUNAS?
-No
-¡Sos rarísimo!
-Sí y no me molesta
-Y los palmitos, ¿te gustan?
-No
-¿Y las pasas de uva?
-Tampoco
-Lo sabía
-¿Eh?
-A las personas que no le gustan las aceitunas, no le gustan los palmitos ni las pasas de uva
-¿Y esa relación de dónde lo sacaste?
-De un estudio empírico que hice basado en mis propias experiencias
-Cada día estás más loca
-Como si me pesara que a alguien que no le gustan las aceitunas, me diga loca
------------

-¡No hagas eso!
-¿Lo qué?
-Cortar manteca con la cuchara. Usá el cuchillo
-¿Por?
-Queda desprolija. Con el cuchillo queda perfecta
-¿Y quién dijo que yo quería que quede perfecta?
-Usá el cuchillo o me descompenso
---------

-¿No pusiste agua a enfriar?
-No, me olvidé
-¿Cómo te podiste olvidar?
-No sé. Se me pasó
-No es excusa. ¿Ahora qué hago yo sin agua fría?
-¿Tomar agua a temperatura ambiente?
-Como se nota que no tenés sed
-No te creas
-Tomá agua tibia entonces
-¡Cruz diablo! Busquemos hielo
-Qué fastidio una heladera sin agua
-"La tragedia del agua tibia"
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-¿Qué leés?
-Poemas
-¿De quién?
-De Pizarnik
-¿Y te gustan?
-Me dan ganas de morir
-Ah, te gustan
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-Ayer soñé con mi tía
-¿Tu tía que está muerta?
-Sí. Y estaba mi abuela y mi tía me pedía comida
-¿Comida?
-Sí, porque siempre fue muy comilona
-No entiendo
-Mi abuela me decía que no le diera comida porque mi tía estaba muerta pero mi tía quería comer igual y a mí me daba lástima
-¿O sea que te pedía comida desde el más allá?
-Sí
-¿Vos crees que la muerte da hambre?
-Sí. Y sed
----------------

-Ayer no viniste a dormir
-No
-¿Qué hiciste?
-No preguntes
-Está bien
-...
- A mí me gusta que cojas con otros
-Por eso
-Y me gusta que tengas tus piques
-Claro
-¿Qué hiciste ayer?
-------------------
-¿Por qué tenés esa cara?
-Se acabó el vino
-Bueno, tranquilo
-Tranquilo nada, no tenemos más plata
-Tenemos envases
-No alcanzan, ya los conté
-Cambiá la cara
-Se acabó el vino, pendeja
----------